hielo y fuego
Nunca sabré del seno
tibiamente,
ni de la mañana con
suave brisa,
no besaré la boca
sin sonrisa
que de violetas
muertas se alimente.
No sabré de razón
que, tristemente,
luche sólo por eso
que precisa,
ni cintura fría
siempre sumisa,
ni ojos mudos que
vistan su mente.
Sólo sabré del hielo
y voraz fuego
que con fuerza
purifican las cosas,
de risas, del amor
fuerte sin ruego,
de boca fresca, agua
clara, rosas,
de la fértil y
generosa vida
que se dé total con
luz encendida.
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