Estoy
en la cima
de una
solitaria montaña,
poblada
de esbeltos pinos
y
aromático espliego.
Me
recreo en la visión
de la
bravía mar inmensa.
Pájaros
cantores
distraen
mi frágil atención.
Y
cuando vuelvo a mirar
la
inmensidad fecunda
encuentro
sin gota de agua
un
extenso valle arenoso,
lecho
sin ninguna presencia,
fosa
solemne y profunda,
parece
una cuna vacía.
Así es
su ausencia.