jueves, 8 de marzo de 2012



 

No  tengo ninguna duda,
fue consciente
de mi maternidad
y carencia de ayuda,
miraba insistente
a los ojos de José
sin docilidad, 
muchas veces altanera
Él los designios suponía
y aceptaba a su manera.
A veces no frené
como podía y sabía
su rabia, lágrimas,
ni aquellos desenlaces
vanos e incapaces
de alterar mi camino
por vanas pláticas ni lástimas,
ni mi destino.
Yo era fuerte como una roca
con aspecto de rosa frágil
de primavera
y traté a Jesús y José
cual dulce compañera
con ilusiones en la boca,
sincera
con palabra sencilla y ágil.
En la dura e insistente
faena de madre entregada
con esmero me apliqué
diligente,
por temores  asaltada,
no me consideré
comprendida ni ayudada


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